miércoles

Alpes 2012. Día 5. Croix de Fer y Madeleine por las dos caras.

El recorrido de la Marmotte se quedaba a las puertas de otros dos colosos, que merecían también ser conocidos.

Por un lado la Croix de Fer, cuya cima prácticamente enlaza con la cima de Glandon, recorrida por la marcha, estando a tan solo un par de kilómetros de la misma.


Descripción de la ruta aquí

Y por otro lado, la Madeleine, que se puede decir que es “el valle de enfrente” al bajar Glandon, antes de tirar hacia Telegraphe y Galibier.

La intención era conocer las tres ascensiones, partiendo desde La Chambre: Croix de Fer, y las dos caras de Madeleine, llegando hasta donde cada uno buenamente pudiera.

Al final, cayeron las tres caras, 135kms y 4500m de desnivel.

La subida a la Croix de Fer, pestosa, con algún tramo de descanso, e incluso de bajada, pero con tramitos interesantes. No quería pasarme, creía que 4500m de desnivel ya estaba bien para un tío que llevaba dos días a base de manzanilla y arroz blancucho... tela. Así que, suave.



La bajada, por Glandon, por el mismo sitio que en la Marmotte. Ya la bajé el día antes, con lo que la pude disfrutar algo más. Me encantó la bajada, y, aunque no me parece hiper-peligrosa, me parece correcto que no se cronometre en la Marmotte... se evitan muchos "imprevistos".



Bajamos de nuevo a La Chambre, donde comienza sin descanso la ascensión a la Madeleine, puerto que como los anteriores, huele a tour. Otro de esos, que aunque no conozcas de nada, con solo oírlos, suenan a tarde de julio, y ya con eso parece que les tengas miedo…

Como ya comprobaremos todos estos días, no está vinculada la dureza con que nos suenen los nombres de la tele… para nada.

Poco descanso, calorazo de medio día, y kilómetros, muchos kilómetros. Los primeros se caracterizan por el calor, pese a ir rodeados de árboles. El aire no se menea. Es un alivio llegar a la zona pelada, notar el fresco, y sentir que el cuerpo empieza a funcionar.



Es como si quiéramos quitarnos cuanto antes la zona calurosa, para relajarnos, disfrutar del paisaje y sacar la cámara de fotos.



Coronamos. La vertiente hacia La Lechere es más salvaje y más fresca. La bajada, una pasada.

Una vez bajamos los primeros 8 o 10 kms, más entretenidos y curveados, noté como con soriana delicadeza, mi compañero Oscar me iba echando alguna miradita primero, y lloriqueos después:
-“¿Nos damos la vuelta?”
-“Espera, unos kms más…”
-“¿Nos damos la vuelta?”
-“Espera, unos kms más…”
-“¿Nos damos la vuelta?”
-“Espera, unos kms más…”

Antes de la cuarta, me di yo solito la vuelta, a ver si lo perdía de vista.

Diréis, pobre Oscar… No os lo creáis,  iba de llorón y cada día me dejaba como un trapito.

Bueno, otra vez para arriba, 12 kms, la subida tenía una pinta espectacular. Una luz preciosa, agua, verde, y neveros.

Los últimos kilómetros ya empezaban a llenarse de autocaravanas de cara a la llegada del tour, pese a que aun faltaban cuatro días!

Yo ya lo tenía claro, lo había decidido y lo voy a cumplir: de viejito quiero ser como ellos, de autocaravana y carretera del tour… que mis hijos y nietos se busquen la vida, que el abuelo se va a fundir toda la pasta en viajes!!! Yeaaaaah!!!




De nuevo al camping, merienda, y rumbo a Lanslebourg, para la etapa de mañana.
  







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