jueves

Los Grandes Alpes 2009

Un sueño cumplido

Un viaje soñado, tantas veces deseado, otro mundo. Ya está en el bolsillo.

  • Día 1: Salida desde Ayllón
  • Día 2: Guillestre – Col d’IzoardColle delle Agnello – Guillestre
  • Día 3: Guillestre – Col de VarsCime de la BonetteCol de Vars – Guillestre
  • Día 4: Cesana Torinesse – Colle de la FinestreSestriere – Cesana Torinese
  • Día 5: Barriage de Tignes – St Foy-TarentaiseCol du Petit St Bernard – Barriage de Tignes
  • Día 6: Barriage de Tignes – Col de l’Iseran – Bonneval – Col de l’Iseran – Barriage de Tignes.
  • Día 7: Bedoin - Mont Ventoux – Chalet Reynard – Mont Ventoux - Bedoin

Día 1: Salida desde Ayllón

Es temprano, acaba de amanecer, por fin la vamos a armar, tanto tiempo esperando este día. Veo por primera vez la enorme furgoneta que Manguel ha alquilado para la ocasión, menuda gozada. Poco a poco vamos encontrándonos todos, aun con legañas, y vamos encajando poco a poco nuestras monturas y equipajes en la gran furgoneta, buen resultado de los pulpos de 90 céntimos.

Cerca de las 8 de la mañana ya estamos preparados e iniciamos el largo viaje: tres ocupantes más bicis y equipajes en la furgo, y los otros cinco en el coche de Piti. Los cálculos: entre 14 y 15 horas con paradas técnicas y avituallamientos incluidos.

No nos quisimos pegar la paliza de llegar al destino demasiado tarde y ponernos a buscar el camping, por lo que antes de que anocheciera completamente, a una hora del campo base de los primeros días optamos por parar a pernoctar. Es una gran área de descanso cercana a Embrun, tapizada de un buen césped.

Para muchos de nosotros era la primera noche alpina, y no sabíamos de temperaturas, rocíos, o riesgos de lluvia, por lo que se aprovecharon tiendas de campaña, tejadillos, e incluso yo mismo dormí debajo de una mesa con material de una obra… De todas formas, el hotel fue perfecto para la primera noche en los Alpes.

Día 2: Guillestre – Col d’Izoard – Colle delle Agnello – Guillestre







En esta tierra amanece pronto, muy pronto, empieza a clarear en torno a las 5:30, así cualquiera madruga. Nos faltaba la última hora de recorrido hasta el Camping de Guillestre. Con las primeras luces comenzamos a tener constancia de todo lo que nos rodea, y sobre todo, de todo lo que nos espera. Rodeamos el Lago de Serre-Ponçon, próximo a Embrun, donde tiene lugar la natación del Ironman de esta localidad, uno de los grandes…

Poco después llegamos a Guillestre, modesta localidad que, a pesar de no ser uno de los nudos de las rutas ciclistas tradicionales, elegimos por su comodidad y proximidad a unos cuantos de los grandes puertos. Será el campamento base durante un par de noches.

Desde Guillestre partirán las dos primeras rutas, a cual más espectacular: la del Izoard y su Casse Deserte y la de la Bonette, carretera más alta de los Alpes, con 2880m. Optamos por hacer primeramente la del Izoard, en dirección norte, por ser algo más corta y con menos desnivel, ya que no comenzaremos temprano a dar pedales.


El Izoard es un puerto que por si solo ya merecería todo un viaje. Su imagen más conocida, la de la Casse Deserte, o Caja Desierta, es uno de esos paisajes imposibles que siempre he visto en libros, revistas, etapas del Tour. Se trata de una zona de enormes laderas rocosas, totalmente erosionadas por la dureza invernal, que hace que los últimos kilómetros de este coloso ofrezcan una apariencia totalmente lunar y sobrecogedora. Junto con la cima de la Bonette son los dos grandes objetivos del viaje.

El puerto en si tiene 16 Kilómetros hasta su cima, aunque desde Guillestre ya no daremos ni una sola pedalada favorable. En los primeros kilómetros, seguiremos el impresionante desfiladero de Queyras, primer lugar de la ruta que nos corta la respiración. Más adelante, antes de llegar al Castillo de Queyras, tomaremos el cruce a la izquierda que da acceso oficial al primer coloso. Pronto encaramos un valle en dirección completamente norte y nos da la bienvenida el que será el principal protagonista de toda la subida: el viento. Todos nos miramos, pero nadie se atreve a decir lo que todos pensamos: Si aquí pega ese viento, cómo será a 2360m… La adrenalina del momento nos hace seguir como si de una suave brisa se tratara.


Las rampas en estos primeros tramos no son muy exigentes, pero sí muy continuas, sin un solo descanso. Poco después, al finalizar el valle la carretera “pinga” un poco más en una zona de herraduras que nos darán acceso al recibidor de la Casse Deserte, ya que empieza a desaparecer la vegetación y a florecer laderas imposibles de zahorra.

Tras una curva a derecha, casi sin esperarlo, un fuerte golpe de viento helado nos hace levantar la mirada y observar el espectáculo que se levanta delante de nosotros. Me daba igual coronar o no, en compañía o en solitario, pero llegar a este lugar era uno de los momentos soñados desde hace muchos años. No había fotografía, narración o imagen en la televisión que pudiera captar toda la grandiosidad de la Casse Deserte o esa sensación miedo/atracción que te hace sentir tan sumamente frágil y diminuto al cruzar aquel escenario en nuestro vehículo, en completo silencio, solo roto por el tremendo vendaval que nos estaba azotando. La cima estaba cerca, a un par de kilómetros, que se hicieron tan cortos en un lugar así…

Cada curva en la carretera nos hacía agarrar con fuerza el manillar de nuestra bici, parecía imposible que pudiéramos avanzar con tanto viento. Un par de curvas más y estamos arriba. En cuanto pongo un pie en el suelo, me doy cuenta del siguiente reto, y es que apenas puedo mantener el equilibrio con estas rachas de aire en movimiento, lo que hará el descenso especialmente delicado, ya habrá tiempo de disfrutar del curveo alpino.



Arriba reagrupamos, nos abrigamos, intentamos comer algo sin que Eolo nos arranque del suelo del Izoard, e iniciamos el descenso sin querer pensar como será la ascensión al Agnello, con 2770 m, 400 más que este. Como me decían en el colegio: Los problemas, uno a uno…


En este tipo de bajadas es cuestión de anticipación: el viento azotará en una dirección u otra, que no supone especial amenaza, pero los momentos peligrosos serán las curvas, en las que hay que saber a lo que te vas a enfrentar, y sobre todo, en que dirección… Cada metro que se desciende se nota en temperatura y fuerza del viento, con lo que a los pocos kilómetros, tras la Casse Deserte (de la que no puedo despedirme sin una breve parada) la situación comienza a ser más gestionable. Todos estamos helados, y optamos por entrar en “calor” en el primer pueblo con un enorme café servido por una preciosa camarera. Todo ello hace que le demos menos importancia al sobreprecio que pagamos, mereció la pena. Comentamos la próxima jugada, ya veremos lo que el viento nos deja hacer en el Colle delle Agnello, primer punto a gran altitud.



Descenderemos rápidamente hasta el Castillo de Queyras, conde tomaremos dirección hacia Italia, cuya frontera se encuentra en la cima del Agnello. Los primeros kilómetros serán como la mayoría de las veces en los Alpes, remontando grandes valles boscosos y sombreados, ya con exigentes rampas. En este caso será así hasta llegar a un pequeño collado en Molines-en-Queyras, donde tomaremos un cruce a izquierda. Desde aquí, lleno las botijas y comenzamos la parte dura del puerto.

Este puerto, que para todos nosotros era desconocido, va subiendo a base de escalones de grandes pendientes seguidas de algún que otro descanso. La buena noticia es que incomprensiblemente apenas se mueve el aire, hay que aprovecharlo para disfrutar de la subida antes de que empiece de nuevo…



A medida que voy ganando altura por el amplio valle comienzo a darme cuenta de la gran dificultad de este puerto, y es que se trata de nuestro primer día en los Alpes, y son nuestros primeros momentos en altitud. Hubo quien me dijo que el rendimiento en bicicleta comienza a disminuir a partir de los 2300m de altitud. Parece poca altitud, pero los esfuerzos dando pedales son mucho más intensos que, por ejemplo caminando, donde los esfuerzos son más graduales y la ganancia de altitud algo más progresiva. Sentía buenas piernas, e incluso buena respiración, pero notaba algo de pesadez, como si mi corazón no terminara de coger el ritmo que imprimían mis piernas. No había que venirse abajo, no estaba en competición, daba igual el ritmo, y sabía perfectamente a lo que me enfrentaba y su causa. Con algo más de tranquilidad, me tome un gel y tiré de la botija de las sales, seguro que me encontraría mejor.

Sin embargo, el tema realmente importante era el siguiente: estábamos en los Alpes, creo que aquí la mejor energía es la que transmite el propio paisaje y tu integración en él. Y es que no hay sensación más agradable que sentirte parte de un entorno, dejar de ser un espectador, un turista, un viajero y convertirte en una parte más del entorno, sin toda esa carcasa de metal y cristal con ruedas que para la mayoría es la única forma de “disfrutar” de un paisaje. Una bici, unas botas, unos esquís, o unas raquetas de nieve permiten estas mismas sensaciones, esta desconexión del mundo y una vuelta al origen. Este mundo no es algo que nos pertenezca, no es un objeto del que presumir, somos nosotros los que no somos más que una pequeña parte de él, sin ninguna importancia para que esto siga girando. Es durante este tipo de momentos, durante este tipo de esfuerzos tan personales, en escenarios de esta categoría cuando llegas a tener una percepción de ti mismo y de lo todo lo que te rodea que es difícil de llegar a obtener en condiciones normales, en el día a día. Es una sensación muy gratificante.



Sin duda, estas sensaciones funcionan y poco a poco veo más cerca el gran muro pétreo por el que serpentea de forma imposible la carretera de acceso al collado del Agnello, un lugar grandioso. Un “tornanti”, otro “tornanti”, y por fin, piso suelo Italiano, un coloso más para la mochila, 2770 m.


Hace un día estupendo, hace bastante fresco, pero nada que ver con lo que nos temíamos en el Izoard. Disfruto de la panorámica de la vertiente Italiana, que desciende de forma más abrupta que la Francesa, pero decido darme la vuelta a buscar a mis compañeros, ya que si me quedo allí un segundo más, no podría evitar el impulso de bajar el lado Italiano, la cabra siempre tira al monte…



Una vez arriba todo el grupo, nos recreamos durante unos momentos tumbados en una resguardada ladera con vistas al paraíso. El trabajo duro del día ya está hecho, solo bastara con descender los más de 20 preciosos km sobre nuestros pasos, y rematar con los cerca de 30 favorables hasta Guillestre. Fotos de rigor en el hito, y a darlo todo en el descenso, sin los miedos del Izoard. Tremenda bajada.



Se nota toda la adrenalina del día, me pongo a cocinar y quemo la pasta de los ocho, menos mal que mis compañeros se la metieron entre pecho y espalda “sin apenas rechistar”, y “con ninguna coña al respecto”. En que estaría yo pensando.De segundo, huevos fritos con pancetita de Teruel.


Día 3: Guillestre – Col de Vars – Cime de la Bonette – Col de Vars – Guillestre


Después de un día con Izoard y Agnello, todo parecía un segundo plato. Sin embargo, para mí, la Bonette era el punto fijo de todo el viaje. Todo era negociable. Todas las rutas planeadas se podían modificar, pero la subida al techo de los Alpes era intocable, a pesar de que mucha gente todavía desconoce este coloso. Todo lo que había leído sobre el me atraía, su historia, de origen napoleónico, su altitud, de 2802m, su paisaje lunar, y la originalidad de su estructura, ya que se trata de un collado convencional que en una de sus vertientes cuenta con una gran mole redondeada y desértica. Se trataba de un punto estratégico en tiempos de Napoleón, que debía ser protegido, con lo que se construyó una carretera que bordeaba la gran mole desde el collado, haciendo prácticamente cumbre en la misma. El aspecto redondeado, solitario, y desolado del lugar da a esta carretera un alma especial. No me lo podía perder.

La ascensión iba a ser dura, debido al desnivel acumulado, y además por que antes de la Bonette, para calentar, deberíamos flanquear otro puerto, el desconocido Coll de Vars, que iba a ser la sorpresa o puntilla del día según se quiera mirar, ya que de regreso a Guillestre deberíamos ascenderlo de nuevo por su cara sur. Día completo.

Desde Guillestre, sin ningún tipo de preámbulo, comienza Vars, de forma nada suave, 16 km de ascensión constante y continua, sin grandes desniveles, pero con grandes esfuerzos. Se puede decir que esta cara de Vars es la más “comercial”, ancha carretera, y salpicada de los tres núcleos de esquí que componen la localidad de Vars: St-Marcellin, Ste-Marie, y Les Claux. Los comercios, turistas, y lujosos alojamientos, hacen algo más llevadera la parte final. Durante el descenso a Jausiers nos vamos percatando de que la subida al regreso será bastante dura, mejor no pensarlo…

Por si acaso, decidimos parar en Jausiers a cargar agua, en una fuente que amablemente nos indicó una joven gerundense que paciente, esperaba a su pareja, también ciclista, de ruta por la zona.

Comenzaba la subida al sueño de la Bonette, estaba deseoso por conocer lo que tantas veces había leído y visto en fotos que apenas acertaban con la supuesta grandiosidad de aquel lugar. Solo son 23 km!

Hacía mucho calor, y no se por qué, tenía la sensación de que el inicio estaba siendo duro, unas rampas tremendas, y aquello parecía una olla.

En este puerto se diferenciaban perfectamente las tres partes de un coloso alpino: Comienzo en un cálido y profundo valle boscoso. En torno a los 1800 o 1900 m de altitud, van desapareciendo los árboles y dan paso a grandes praderas de pasto. Por último, final de laderas de zahorra o grandes bloques de piedra pelada, maltratadas por los duros inviernos y los fuertes vientos.

El paso a las zonas de pasto suele ser agradable, ya que la temperatura va templando y suelen ser las zonas menos empinadas de los puertos, buenos tramos para disfrutar del entorno, o por que no, echarse la siesta rodeado de marmotas.

Durante toda la subida hay recuerdos de las diferentes etapas bélicas que han vivido estas tierras. No logro imaginar la dureza de aquellas épocas en un lugar así.


La subida se complica y comienza a empinarse al final de un valle, que dará acceso a la parte final de la subida, de más de 7 km. Tras unas fuertes herraduras, al paso de unas ruinas de un antiguo fuerte, superamos un pequeño collado que hace de entrada a la parte más esperada y espectacular de la subida. Ya en terreno lunar, a lo lejos aparece la gran mole de la Bonette, de forma perfecta, abrazada suavemente por la carretera que la rodea, que literalmente parece querer protegerla de todo lo que sin duda habrá visto o vivido en tiempos pasados. Una imagen de un magnetismo incomparable.

Poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos acercamos al bucle de un par de kilómetros de acceso a la cima. Las vistas son impresionantes ya que se trata de una cima solitaria, que al rodearla nos regala una visión de 360 grados de toda la zona.

Todo mereció la pena.

La bajada, larga y muy divertida nos dejó de nuevo en Jausiers, donde decidimos comer fuerte en previsión de lo que aun nos faltaba. Allí nos esperaba Javi Lagunas con la furgo, que había decidido descansar aquel día para reponerse de unas molestias. El descanso funcionó, el resto del viaje anduvo fortísimo. Jamón, chorizo, queso, yogures, chocolates, fruta… que ricos saben los alimentos cuando realmente los mereces.

Con el buche lleno, nos ponemos de nuevo en ruta. Menos mal que antes de iniciar la subida a Vars tendremos unos cuantos kilómetros llanos para bajar las viandas.

Comienza la subida, y no se de donde, siempre salen fuerzas para subir a todo trapo y sacarnos los ojos los unos a los otros, aunque como siempre, yo nunca tiro la primera piedra, que luego no digan…


Por su vertiente sur, este puerto es realmente duro, sus 19km comienzan con fuertes rampas al dejar atrás St-Paul-sur-Ubaye. Durante toda la subida se intuye su final a 2109m, que termina en 4 kilómetros que pingan una barbaridad. Sin duda este col de Vars fue la sorpresa en este día, en el que me conformaba con la magia de la Bonette.

De nuevo, una divertidísima bajada hasta las puertas del camping municipal de Guillestre, menuda gozada de día.

Hoy no me la juego, preparo una sencilla sopa de sobre para todos, para acompañar la longaniza y el socorrido jamón.

Día 4: Cesana Torinesse – Colle de la Finestre – Sestriere – Cesana Torinese



Decidimos pasar una noche más en el Camping de Guillestre, y a la mañana siguiente madrugar y hacer el desplazamiento en coche hasta Cesana Torinesse, ya en Italia, a través de Briançon y el puerto de Montgenevre.

Iniciamos la ruta con dudas sobre lo que haremos cada uno. La parte segura será un bucle de 110 km en el que ascenderemos el desconocido y precioso Colle delle Finestre y la conocida subida a las pistas de Sestriere. Pero es que pasamos muy cerquita del comienzo del Mont Cenis, otro de los grandes de la zona, y nos gustaría darle un pegue, pero el kilometraje del día se dispararía, no lo tenemos muy claro, según se vaya viendo.

La salida desde Cesana es una gozada ya que durante kilómetros y Kilómetros no dejamos de bajar, por una carretera ancha de perfecto firme, que puede considerarse la bajada italiana de Montgenevre o Montginevro. Menudo regalo de inicio, lástima que esto implicará que habrá mucho por subir a lo largo del día.

A lo largo de la bajada, el avispado de Jose se percató de un pequeño detalle con su altímetro, y es que desde el comienzo del puerto de la Finestre hasta su cima, deberíamos salvar un desnivel de más de 1600m de desnivel en los 19 km de ascensión, lo que se dice pronto, pero quiere decir que sería uno de los puertos más duros del viaje. Y ninguno teníamos referencias de aquello. Solo unos encarecidos consejos de mis amigos David y Luis, de Sabiñanigo que en buena hora me dijeron que se trataba de la subida más impresionante de los Alpes. Completamiente cierto, fue una subida preciosa.

Al darnos cuenta del pequeño detalle de la verdadera dureza de aquel desconocido, todos se miraron y me quedé solo en mis ganas de conocer Mont Cenis, pero es que majo, lo que es imposible es hacerlo y verlo todo en un solo viaje, el Cenisio debería esperar a otra ocasión, creo que por esta vez ya teníamos bastante con lo que se estaba cociendo.

Estábamos convencidos de que aquella subida iba a ser dura. Además, lo poco que sabíamos de aquella ascensión a parte de su belleza era que el último kilómetro y medio de subida era de tierra, y que no estaba en muy buenas condiciones, pero que sin ninguna duda merecía la pena, según mis colegas de Sabiñanigo. De camino al comienzo de puerto, coincidimos con un ciclista italiano al que preguntamos por la subida, confirmándonos lo que sabíamos de ella.

Con la emoción por lo que nos podíamos encontrar tomamos el desvío que marcaba el comienzo de puerto. Vamos de camino a un pequeño pueblo de montaña con unos porcentajes brutales de más del 11% mantenidos, no pasa nada, seguro que a la salida del pueblo mejora. Nada. Ni una gota. Aquello seguía pingando de una forma increíble en unos porcentajes que no deberían durar muchos kilómetros por que a ese paso nos íbamos a tragar los 1600m de desnivel echando leches. Solo curvas de herradura. Tramos de 300 o 400 metros de recta y siempre herraduras, una tras otra, incontables, seguro más de 50, mágicas. Sombreadas y de carretera asombrosamente estrecha, eran una delicia de sortear, viendo como ganábamos altura a gran velocidad y el valle quedaba ya lejos, muy lejos. En semejante escenario no nos dábamos cuenta de la auténtica dureza del puerto. Aquello seguía y seguía, no teníamos ganas de que aquel tramo de “tornanti” acabara nunca, y es que realmente parecía no acabar nunca…

Cuando llevábamos unos 10km de ascensión vemos una buena fuente a la derecha y un paisano sobre ruedas que nos advertía: “última aqua!!!” Había que parar, estaba haciendo una calda importante y quedaba mucho, incluido “lo peor”.

Asombrosamente, veo que ahí mismo, después de la fuente hay un tramo de carretera completamente descarnado. En mi particular hispano-italiano adquirido en mi intenso mes y medio en Florencia (Ains!!) pregunto al paisano por aquel tramo de tierra. El majete de él sonríe y mirando mi bici me suelta que el asfalto acaba aquí y que hasta arriba hay 9 km de camino, en torno al 10% de pendiente, ah, y que nos iba a ser imposible llegar arriba con esas bicis. No me lo creo. Pregunto si realmente estamos en el puerto de la Finestre y le pido que por favor nos sitúe en el mapa que llevábamos. Algo fallaba por que realmente íbamos bien, faltaban 9km para la cima, échale.

Lo malo es que no había opción de media vuelta, al menos había que tirar “pa’rriba” por que el extremeño había seguido hacia delante sin parar en la fuente, como sin darse cuenta de que iba con la bici por un camino de cabras, de no ser por aquella igual no lo hubiéramos intentado.

Una vez metidos en harina, vimos que la pista no estaba tan mal, estaba peor. Aun así podíamos ir abriendo camino entre las piedras tragando polvo sin creernos como una etapa del Giro de Italia pudo terminar allí arriba en un lugar así, tan salvaje, tan bonito, pero tan poco adecuado para las ruedas de un dedillo. Unas cuantas veces me acordé de donde pudieron sacar tanto el italiano como los de Sabiñánigo lo del kilómetro y medio de tierra… ¿Y los otros siete y medio? Si realmente los últimos eran los peores, como serían, si estos no eran malos…

Pero todo esto daba igual, el paisaje y las vistas lo tapaban todo, realmente era uno de los lugares más espectaculares de los Alpes. El que no se lo crea que vaya y meta la bici como lo hicimos nosotros.

En los últimos 5 kilómetros la cima era visible, y menos mal, ya que se apreciaba que los porcentajes ya no serían los de los primeros kilómetros. Hubiera sido un calvario. Como sería la cosa que al final acabamos cogiendo el gustillo al esquivar piedras, al apretar el culo en los tramos arenosos, a mantener el equilibrio en cada herradura o sufrir por el estado de las ruedas, y tener un poquillo de pena por que aquello terminara. Al llegar arriba, parecía mentira, pero vimos que realmente mereció la pena. En la cima, un monumento a Danilo Di Luca, primer ganador en la Finestre, todo un homenaje al ciclismo de antes, de Bartali y de Coppi, donde un puerto asfaltado era algo futurista. Menudos tiempos aquellos.

La bajada tenía poco que ver con la subida, tan solo los paisajes de calendario. Asfalto fino, una bajada muy abierta, estrecha, y muy divertida, nos merecíamos unos bocatas para comentar la jugada.

Todos coincidimos en que hubiera sido duro darle un pegue antes a Mont Cenis.

Tras cargar las pilas, de nuevo a las monturas, por un tramo tranquilo camino de Sestriere. Un puerto sin sorpresas, de carretera muy ancha, tendida, y en lo alto, otra capital invernal más, una de tantas por estas tierras. No sé si sería por el buen asfalto, por el renombre de la subida, o por sacudirnos todo el polvo de Finestre, todos tenemos ganas de pegarnos un buen calentón en esta subida, también puede ser por que recordábamos a algún que otro salvaje subir a plato grande por estas rampas. Había que probarlo.

Bajadita y en Cesana de nuevo.

El día siguiente iba a estar dedicado al Tour de Francia. La etapa incluía el Gran San Bernardo y el Pequeño San Bernardo, con llegado a Bourg-Saint-Maurice. La idea era ver los últimos metros de la última subida. Desde Cesana tomaríamos rumbo al Col de l’Iseran, y bajaríamos por Val d’Isere hasta encontrar un camping por la zona.

Prometí hacerme el dormido durante toda la subida en coche al Iseran. Era otro de los grandes, de los que más ilusión tenía por conocer, y sentía como una especie de deshonra por subir motorizado aquel coloso, no quería mirar por la ventanilla, quería descubrirlo poco a poco pedaleando, integrándome en él. Tenía que subir aquel puerto. Pero fue imposible dejar de asomarse por la ventanilla, todo era tan “grande”. Impresionante, no me podría marchar de aquel viaje sin pasar por alli.

Todavía con la boca abierta, pasamos por Val d’Isere y sus lujos, y seguimos bajando hacia Tignes, en cuyas proximidades, en Barriage de Tignes encontramos el camping de Les Brevieres, en un lugar bastante chulo y tranquilo. Que sueño.



Día 5: Barriage de Tignes – St Foy-Tarentaise – Col du Petit St Bernard – Barriage de Tignes




El plan era fácil. Cojeríamos las bicis y seguiríamos bajando hasta las proximidades de La Rossiere, donde comenzaba la ascensión al Petit-Saint-Bernard, en el sentido por el que los “pros” lo bajarían. Una vez coronado iniciaremos el descenso un par de kilómetros para ver las caras de sufrimiento de los figuras.

Durante la cena, la propietaria del camping nos da unas indicaciones para tomar un atajo por el que la subida se haría más corta ya que la iniciaríamos sin tener que descender hasta La Rossiere. También a alguno durante la cena se le ocurre que estaría bien comerse un melón arriba, y yo como un tonto me ofrezco para subirlo en una mochila. Poco tardaría en darme cuenta lo que jode llevar un melón clavándose en la espalda y subirlo casi un kilómetro en vertical.


Todo parecía fácil y haría que pasáramos un día casi de descanso con solo un puerto de unos 15km, todo esto sin tener en cuenta que en cuantito tuvimos la oportunidad de perdernos, nos perdimos. Tomaríamos mal el atajo que nos desveló la agradable señora del camping, de cuya familia no pude evitar acordarme unas cuantas veces, a pesar de que el fallo fuera nuestro. Desde aquí mis respetos a ella y a toda su familia, que seguro que son todos muy majos.

De todas formas, yo creo que al melón le hacía ilusión conocer la subida que nos cascamos de regalo hasta St Foy-Tarentaise, de más de 5km, con unas rampas que sin ninguna duda hicieron que el melón tomara su punto justo de maduración y allá en las alturas fuera uno de los que más a gusto he devorado en toda mi vida.

Una vez reorientados, iniciamos la peregrinación hasta la cima del San Bernardo junto con otros varios miles de ciclistas, al final iba a resultar verdad lo que dicen en la tele: “el tour es diferente”, aquello era impresionante. Buscamos buen sitio, nos acomodamos, y el bueno de Figu se inicia en su arte de cortar la cuñita de Jamón de Teruel que Jose había subido en su mochila. Aun nos faltaban varias horas hasta que pasaran los ciclistas, pero la verdad es que no nos aburrimos, había buen ambiente, animadores y sobre todo animadoras de todos los pelajes, buenos paisajes, mejor compañía, jamón para todos y un melón que supo a gloria.

Al fin y al cabo el interés de ver una etapa de Tour estriba en estas cosas, ya que de lo que pasa en carrera te enteras bien poco, esta gente pasa a toda velocidad sin devolver el saludo y punto.

Estuvo curioso de ver a los Contadores, Armstrongs, Evans, Schlecks, Sastres, etc. Que penita de verlos ahí tan flaquitos, les podíamos haber guardado algo de jamón, seguro que lo agradecían, se les veía sufrir tanto…


Día 6: Barriage de Tignes – Col de l’Iseran – Bonneval – Col de l’Iseran – Barriage de Tignes


Como ya dije, no me podía ir de aquella zona sin subir el Iseran, incluso me avergonzaba pensar que estaba avergonzado o frustrado por haberlo subido en coche. Sí, ya sé que es algo difícil de explicar, pero era lo que sentía.

Todo lo demás me daba igual, el clima, el cansancio, los 23 km de impresionante puertaco, Yo iba a subir el Coll de l’Iseran y lo iba a bajar por la vertiente opuesta, quería conocer las dos caras del monstruo, estaba hiper-motivado, como pudieron comprobar (o sufrir) unos pobres amigos ciclistas de Figueres, que quisieron acompañarme en la subida.

Cada curva de herradura, cada visión tras cada una de ellas, cada recta, cada vistazo hacia abajo, y cada vistazo hacia arriba, los glaciares, los neveros, las impresionantes lenguas de zahorra, el silencio de las cumbres, el ruido de la inmensidad, los olores, y los pelos de punta durante toda la subida, todo, absolutamente todo, hacía que cada pedalada me hiciera sentir más grande, más pequeño, más fuerte y a la vez más vulnerable. De las sensaciones más agradables y enriquecedoras que pueda tener un ser humano.

Cuando coronas una subida así no sabes por donde empezar, no sabes donde mirar, donde sentarte, qué sentir, no sabes cómo tienes que “tragar” todo lo que acabas de vivir.

Una vez más calmado, y reagrupado ya el grupo, Piti, Manguel, Lagunas, un dolorido Figu, y yo, decidimos tirarnos por la vertiente opuesta, quizá mas violenta, más dura, y de paisajes más salvajes que la que acabábamos de vencer. Las sensaciones en una bajada de este estilo son igualmente revitalizantes, una auténtica locura.

Algo más abajo, Manguel y Lagunas nos abandonan y deciden que bajar hasta abajo es demasiado, comenzarán el regreso poco a poco, cuando empieza a chispear levemente. Piti y yo pisamos de nuevo el acelerador y conseguimos dar esquinazo a la nube, o por lo menos durante unos kilómetros, ya que a falta de un par de kilómetros a Bonneval empieza inevitablemente a jarrear agua, con lo que hay que apretar un poco más, para buscar cobijo en este chulo paraje. Sentó bien el café caliente que nos metimos, para acompañar las barritas que nos quedaban, sobre todo por que no hubo prisas para tomarlo, no dejaba de llover. Café, vistazo para las nubes, postales, otro vistazo para arriba, charla con los vecinos, otro vistazo para el cielo, y en ruta, parece que se abre un claro, hay que aprovecharlo. Necesitaremos algo más que un claro para llegar secos al campamento, la subida de aquel sueño nos llevaría algo más de una hora, y el cielo no parecía concedernos tanta tregua.

Sin embargo un golpe de suerte, (y de viento) pareció arrastrar el charpazo y mostrarnos de nuevo la luz del sol, lo que hizo aun si cabe más imponente la subida. La tormenta recién calmada dejó un violentado cielo de colores fríos, y un sol de tonos cálidos sobre las laderas cargadas de agua. Momento idóneo para la subida, un regalo más de este viaje.

En esta vertiente del puerto, pueden distinguirse cuatro zonas bien diferenciadas: Primero una zona de herraduras para remontar a gran velocidad una ladera a la salida de Bonneval. Después de esta zona dura, una algo más suave remontando un amplio valle, junto al susurro de un arroyo. A continuación, finaliza la zona de vegetación en una gran zona de piedra, hasta cruzar un par de túneles y una garganta que nos darían paso a la última zona, una enorme extensión lunar por la que serpenteaba una imposible carretera hasta la cima.

La llegada al collado, igualmente al borde del éxtasis.

Ya me podía ir tranquilo, el resto me daba igual, ya conocía Iseran.

Día 6 : Bedoin - Mont Ventoux – Chalet Reynard – Mont Ventoux – Bedoin



Esto iba llegando a su final…

Entre todos decidimos que para hacer el viaje de vuelta menos pesado, nos iríamos acercando a España, y pasaríamos la última nuit de camino al último coloso del viaje: el solitario Mont Ventoux, todo un mito, a pesar de su aislamiento, lejano a sus hermanos Alpinos.

Otro de los imprescindibles, otro de los que prendieron la mecha de mi afición hace años, y que tanto me animaron a seguir. La subida de Armstrong y Pantani en el 2000 se me quedará marcada de por vida. Me veía demasiado reflejado en aquel americano. Su afán de superación, de una ética que ahora algunos intentan manchar, ayudó a seguir adelante a gran cantidad de anónimos que en aquella época pasamos por malos momentos, en los que referentes de ese calibre podían conseguir tanto por nuestra salud como la más fuerte de las medicaciones o las más duras rehabilitaciones.

Por todo ello, por todos los malos momentos, por todo lo sufrido, y por tanto que este deporte me ha ayudado a superar cada uno de los baches, cada uno de los altares que corono, cada cima que alcanzo, cada reto superado, es un acto de refuerzo de mi propia persona, por la que tanto he luchado.

Y Ventoux era uno de los altares mayores. Qué gran broche para este sueño.

13 comentarios:

  1. GRACIAS POR ESCRIBIR CON TODO DETALLE EL SUEÑO DE LOS ALPES, UN ABRAZO, FIGU.
    Y PARA LOS COMPAÑEROS CUANDO LO LEAIS.

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  2. Otro para tí campeón, será un viaje que recordaré toda la vida!!!

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  3. una foto era como el trodeheeeim (nu me acuerdo como se escribe) norguego, menua carreterita. ese ains de florencia... jajajaja.

    eso si como PEÑANEGRA NO HAY NINGUNA!!! ;-)

    un abrazo. nur

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  4. Pero que petarda eres nuri...ajajaj... Ains en MAYUSCULASSSS!!

    Ah y se llamaba Trolstigen, que la traduccion era la calzada de los trolls... no??

    Jo, estaría chulo hacer un revival de aquel viaje en el blog, aun tengo toooodos los datos apuntados por ahi... que recuerdos...NORGE FOREVERRRR!!!

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  5. Que sitios tan bonitos escogeis para moveros!!!!
    no te olvides que a un dia de kayak me apunto yo!!!!!!
    un besazo!!

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  6. no te digo nada,ENVIDIA COCHINA,solo es lo que puedo decirrrr

    FELIPE

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  7. Una pasada tu narración! menuda aventura! Gracias por compartir vuestra historia! sois unos fenómenos! me enorgullece compartir maillot y el nombre de Sigüenza contigo! Ernesto sigue asi! Eres un grande!
    Un abrazo

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  8. Feipe, sabes que todo es relativo... A mi me parece envidiable la aventura en la que te has metido.. No muy cochina, pero envidia de todos modos...

    Fer, ajaja, te has pasao... a ver cuando coincidimos...!!!!

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  9. Sí, sí, muy bonito todo, los paisajes, el deporte y demás... pero podías haberte ahorrado la foto de la barra del bar, o por lo menos haber cerrado un poco las patitas, jajajaj

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  10. Lo que se coman los gusanos que lo vean los humanos, dicen por ahi por donde tu curras, no??? ejejej, Tampoco se ve ná, joe como eres...

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  11. No sabía que habías ido a los Alpes,

    el año pasado no me dijeras que no podías por tu curro???

    buen viaje os habeis metido, que cabrones!!!!

    enhorabuena, que envidia

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  12. ajajaj!! y efectivamente, por curro tuve chunga toda aquella epoca, y tuvimos que pasar de la marmotte, pero en cuanto pasó la marea, al mes siguiente, me deje enredar por esta troup de ayllon... menudos...
    pero dont worry fiera que lo gordo viene este año... ajajaja

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