domingo

La Tuca del Vallhivierna



El Vallhivierna o Ballibierna (3056m) es un solitario tresmil pirenaico al sur del Aneto, algo desconocido, por estar fuera de las rutas convencionales, pero sin nada que envidiar a las grandes cimas de la cordillera.
El acceso se realiza cerca de la vertiente sur del túnel de Vielha, desde el pueblo de Aneto, donde parte la carretera al embalse de Llauset, en el valle del mismo nombre. Elegimos la última parte del verano para hacer esta ruta, ya que el terreno no tiene nada de incómodo o dificultoso pese a no tener nieve.
El que escribe estas líneas acudió allí asesorado, acompañado, y engañado por dos expertos en la zona, lo que ayudaba a que me sintiera bien seguro frente a aquel peñasco. En teoría la ruta no tenía ninguna dificultad salvo un paso cercano a la cumbre del cual prefería no saber mucho, por si me tenía que quedar atumbarrado en la pradera que tapizaba los bordes del aparcamiento, ajusticiando cada uno de los bocatas que acarreaba en mi mochila.
La ascensión comienza rodeando el pintoresco embalse, siguiendo en un principio el largo recorrido GR11, que pronto nos llevaría al refugio e ibón de Botornás, cerca de los cuales abandonaríamos el sendero de gran recorrido y nos dirigiríamos hacia los ibones de Coma Arnau. Tras estos, completamente engañado, nos alejamos del sendero para acceder a la cumbre a través de una cresta, en lugar de la vía convencional.
Menos mal que iban estos dos figuras… Que si pon la mano aquí, y el pie allá, que si lo difícil ya está, que si no falta nada. Gracias chicos por aquella travesía, pero fui algo al límite… pero somos débiles, lo volvería a repetir.
Así, sin darnos cuenta ya estábamos haciendo cumbre, pero, ¿y el famoso Paso de Caballo? Estaba justo después de la cumbre, y daba acceso a la Tuca de les Culebres (3051m), junto al collado de Llauset, por donde iniciaríamos el descenso a través de todo el Valle del mismo nombre.
La verdad es que no hacía falta que nadie me dijera donde estaba el “pasito” en cuestión, allí estaba, claramente ante nosotros, una especie de tejado inclinadísimo, de unos 70 grados por su vertiente derecha y de unos 80 grados por la izquierda. El filo del “tejado” tiene unos 20 metros de largo, y a cualquiera de los lados nos esperaba un abismo de más de 200 metros. No había forma más segura de afrontar aquel “pasito” que subirte a lomos del tejado como si de un caballo se tratara (de ahí su nombre) y arrastrar tus nobles posaderas a lo largo de aquella cresta de piedra hasta llegar al otro lado.
Entre el Peyresourde, Portillon y Coll de Mente que había galopado el día anterior con la bici, y esto, estuve un par de días sentándome por fascículos… Estas cosas son las que dan la chispa a los viajes…Una vez a salvo y con los dos pies apoyados en horizontal, pregunté a mis compañeros: Bueno qué, ¿ya está, no? Efectivamente la bajada fue mucho más relajada por toda la pala de la Tuca del Llauset, hasta el embalse, menuda ruta!



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