Preferimos acostarnos pronto y hacer el corto desplazamiento hasta Briançon por la mañana. Por la tarde marcharemos hacia Chateau Queyras, desde donde partirán las próximas dos etapas.
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| Descripción de la ruta aquí |
Desde Briançon iremos a por otro de los desconocidos con caché, el col de Granon, y después, mientras mis compañeros hacían una visitilla por el pueblo, yo no podría controlar mi alma para poner la pica en el tercero de los puertos que el día de la Marmotte no pude subir, el Excelentísimo Señor Don Galibier, subiendo por el Collado de Lautaret.
Pero antes le pegamos a Granon, otro de esos monstruos a mano, pero que no suelen salir en las revistas. Precioso, para variar. Ya lo he dicho antes, pero estos puertos no suelen fallar. Asfixiante al principio, verde al final y coronado por un ambientillo militar residuo de otras épocas.
En la cima, unos ciclistas de Niza me aclaran una de mis dudas, la bajada opuesta, por el pueblo de Granon, hacia el valle de Clarée, no está asfaltada, me lo temía. Para abajo, y ya en solitario tiro hacia Lautaret y Galibier.
Una subida larga, suave pero con airazo en contra. Una larga recta remontando el valle que hacía palpitar que algo grande estaba cerca.
Lautaret es un collado tímido, como si no quisiera despertar al gigante, al monstruo.
Y es que Galibier es Galibier, tiene algo. Ni es el más duro, ni el más alto, pero tiene unos galones que asustan.
Por eso, rápido, hay que subirlo fuerte, no hay que entretenerse, no sea que el monstruo despierte.
Con la pica en Galibier ya puedo decir que he coronado todos los puertos que me perdí en la Marmotte, subiendo todos ellos por la cara opuesta a la marcha, para así no perder ni un gramo de motivación para volver y sacar la espinita.
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