martes

Tour du Mont Blanc 2015

En 2013 conocí al Monstruo del Tour du Mont Blanc, y bailamos con él con toda la dignidad que nos permitió la buena preparación y un impecable trabajo en equipo entre Alvarito y yo.

El resultado del baile fue una explosión de emoción y autoestima que nunca olvidaré y que hizo que para mí, esta prueba sea la madre de todas las marchas cicloturistas, mosaico de todas las piezas que hacen que amemos este deporte, cada una de ellas en su máximo exponente: aventura, superación, historia, épica, miedo, euforia, y una pizca de miseria.

Por todo ello sabía que volver, tenía que volver, pero para un baile con el monstruo con un poco más de “acción”.

En 2014 volvía a la salida en Les Saisies, pero las pésimas previsiones meteorológicas y las dos semanas de puertos que nos esperaban en Austria tras la prueba, hicieron que optáramos por no tomar la salida. Ya conocíamos al monstruo, y sabíamos que un día así no era el más ideal para un “baile de acción”.

Y por fin 2015, con un soleado día, ¿bailamos?

La chuleta!!

Pistoletazo de salida, y en marcha. Serpiente de luces rojas y blancas en la tensa bajada de Saisies. Algún que otro apretón y llego al grupo de cabeza de unos 40 o 50 corredores.

Ritmo alto, pero aguantable hasta el Col de  la Forclaz, donde empecé a ver que varios “gallos” empezaban con arreones. “Esa no es mi batalla, seguro que esos son de la prueba a relevos y sólo hacen hasta el km 160, se lo pueden permitir”. Ese fue mi pensamiento, pero no concordó con la realidad, todos ellos eran de la prueba larga. Primera sorpresa del día: en una prueba de 340 km, los gallos también pegan arreones. Impresionante.

Ahí me quedé, junto con unos cuantos “cuerdos” más, y sobre todo, con algún que otro calentón de más en las piernas, menos mal que sólo quedaban 250km para meta.

Curiosa la sensación de sentir culebrillas en las piernas al comenzar Champex, el primer puerto gordo del día. Igual había que relajarse un pelín.

También curiosa la sensación al comenzar el siguiente puerto, el Grand St Bernard, y ver que vas completamente globo, quedándote prácticamente parado mientras la gente empezaba a adelantarte por todos los lados. La mar de gracioso.

Es posible que según los manuales de ciclismo de larga distancia, lo que estaba a punto de hacer no está muy aconsejado, pero no quedaba otra que parar en un “Swiss Chiringuito” que vi en mitad de una pradera, unos pocos kilómetros después de Orsieres, y pedirme un buen “cocacolo” (de 3€, por cierto…). Dedicar 5 minutos de Reset en ese chiringuito era la opción más sensata de todas las que se me habían pasado por la cabeza. Habían pasado demasiadas cosas en 130kms.

El Reset sentó bien, y supuso un punto de inflexión. Todo cambió, y comencé a sentirme genial. Tendría que dejar para otro día mi tesis sobre la cafeína y las bebidas con gas en la larga distancia. Imagino que mi embrague no estaba aún muy calibrado y no  cambié del todo bien del modo Gacela al modo Ñu.

Una vez asentado en mi nuevo modo, ya no había mucho de lo que preocuparse, ya estaba en mi salsa… nada de grupos, ni arreones, ni nada, solos el Monstruo y yo.

Grand Saint Bernard con su parte inicial tan densa de tráfico, y su psicológicamente duro final.

El interminable descenso hasta el valle de Aosta y su plato de pasta correspondiente.

La también larga subida al Petit St Bernard, en la que iba remontando posiciones por todos los participantes asistidos desde sus vehículos y que no paraban en los avituallamientos. Es algo en lo que me fijé durante todo el recorrido: De todos los participantes que vi en los grupos delanteros, sólo pude ver a dos que no tuvieran o coche o moto de apoyo: un servidor y el que a posteriori fue el primero en cruzar la línea de meta, Omar Di Felice. Cosa que él mismo también destacó a los pocos días.

El bipolar Cormet de Roselend, con su dureza física por un lado, y su optimismo psicológico por otro, por sentirte ya cerca del final.

Y por fin, el pajarón feliz de Saisies, en el que ya todo da igual, no importa el melocotonazo que llevas ni las horas encima de la bici, estás a punto de terminar, y punto.

Además, parece que tiene que ser bastante antes que hace dos años, ya que el sol está aún alto. Eso quiere decir que el baile a solas con el Monstruo no se ha dado mal del todo, ha durado  13h 33min desde que lo iniciamos.

Sin duda, será un placer volver a bailar con él en el futuro.

Vaya cara de hambriento...

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